Alegoría del deseo 1999

La cautiva esperanza de sumirme ilesa ante mis sueños me abandona a la deriva de otra noche más. Noche oscura. Envolvente noche que danza al compás de los aullidos nocturnos de nocturnos vagabundos.
Noche extraña.
Noche ausente.
Te presentas ante mi, como queriendo extraer mis pasos hacia la impune vagancia de afiladas palabras.
Se derriten mis ojos ante tanto silencio, y me quedo tirada sobre el recuerdo.
Y el sonido inconcluso del canto de los perros, se mezcla con el canto de las aves, que desenmudecen el amanecer.
Y sola, junto a los aullidos y la inquietud de las palabras escritas que me mantienen suspendida hasta el inconcluso suspiro de un letargo entre las sombras, callo.
El sentimiento me demanda explicaciones y no sé qué decir.
No estoy dentro de las miradas que me acusan desde el estrado. No. Hoy mis letras bañan cuidadosamente un nuevo vestigio de tiempos añejos, ahora ya sin polvo en las mejillas, ni nuevas palabras repetidas.
Hoy tan solo canto al son de un desértico destino de inmejorable espera. Tan solo me visto de silencio y espero callada al caminante de días y sueños. Le veo acercarse y se presenta taciturno y casi dormido ante mis pasos. No quisiera ahuyentarle ni verle tirado entre mis pasos. Tan solo quiero verle sincero. Tranquilo y sereno, cual hoja que cae en otoño.
Así, sin miedo. Sin prisa. Tranquilo y sereno. Así: como mis pasos.



18.01.99
03:32 AM.

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