Hasta las cuatro de la mañana

Ella siempre soñó con las palabras de su madre. Quien mas que su madre, era como su abuela.
- Algún día te casarás- le decía. E inconscientemente se sentaba a recibir los consejos sobre castidad y decencia que tan bien le vienen a uno, cuando el mundo gira tan rápidamente.
Quién mas que su madre sabría qué decirle a los quince años, cuando ya dejaba de ser una niña y comenzaba a mirar las cosas con los ojos hambrientos de un recién nacido.
Cuántas anécdotas del recuerdo quedan escritas en los primeros años, del resto de nuestras vidas… en fin, ella se sentaba a escuchar atentamente cada palabra relatada con esos ojos brillantes e inundados de recuerdo. Como si el pasado reviviese sobre la piel la madre, quien le contaba de sus primeras conquistas, y del coqueteo desinteresado que deben dar las chicas para darse importancia y todo lo de más.
La Madre siempre fue una mujer solitaria… Sola crió y sola envejeció.
Tardes enteras se las pasaba tejiendo, años enteros. Primero a sus hijos, y luego a sus nietos…
Recuerdo que Laura comentó más de alguna vez, que ella la comparaba a una araña tejedora. Todo el mundo hasta hoy comenta la disciplina que plasmaba en sus tejidos: los puntos, la perfección… sus viejas revistas… siempre buscando cómo lograr una nueva figura con la cual impresionar a sus admiradores. Tan meticulosamente perfeccionista, que nunca quedaba conforme. Entre lanas y puntos recuerda sus años de juventud, con un aire de sabiduría; como convencida de que sus palabras serían la guía perfecta para la vida sentimental de su última hija.
Laura siempre la escuchaba con devoción. Le encantaba apreciar el resplandor que desprendían sus ojos con cada detalle importante que rebelar, o aquél toque importante de seriedad con el que hablaba del respeto y la dignidad femenina.
La comunicación entre ellas fue siempre muy especial. Grandes conversaciones, nunca. Laura no tuvo más que conformarse con aquel soliloquio de antiguas historias, porque para las nuevas historias de Laura, la madre, no tenía tiempo de escuchar. Pero eso no importaba. La dos entendieron que en cuestión de conversaciones, nunca podrían entenderse. El código era otro: cocinar, hacer crucigramas, ver la última película de la noche, o salir a hacer la compra. Ese era el único paseo diario e impajaritable de cada mañana, que la madre no cambiaría por nada hasta el día de su muerte.
Pero Laura no todo el tiempo siguió los pasos de la madre. También ella, a los quince años, comenzó a escribir su propia historia. Y como recién llegada, probó insaciablemente todo aquello que tuvo a su alcance.
En un principio, recuerdo haberla visto por ahí, deambulando entre el grupo de chicas consentidas y escandalosas. Luego, los años pasaron y Laura nunca se casó.
Se cuenta la historia de que un amante destruyó los sueños de amor de los que tanto hablaba su Madre.
Todo se le escapó entre los dedos cuando descubrió que el amor no es más que un veneno que embelesa y vuelve imbécil.
Su inútil castidad fue arrebatada entre los golpes y mordiscos de una borrachera. Sin poesía… sin delicadeza…
¿Matrimonio? , ¿Yo?, ¡yo no sirvo para eso! -se decía, mientras con un triste suspiro terminaba la frase.
Los años han pasado inevitablemente… hoy, cada mañana prepara el café, un cigarro y con la Madre salen a hacer la compra como todos los días.
En casa, luego, a preparar la comida, hacer el crucigrama, un café otro cigarro, y a servir la comida… Todo es más simple cuando están solas en casa, porque cuando llegan los de más hijos, con sus mujeres y sus niños, la tarea es mucho mas pesada.
Siempre igual: primero los niños, y luego los adultos. Siempre en ese orden para que todos cupiesen en la mesa; y Laura, generalmente, terminaba almorzando sola en la cocina. Fregar los platos, el te y a tejer… todos los días lo mismo… lo único que nunca vi hacer a Laura fue tejer. Pero en silencio, ambas veían las películas, reconociendo las historias de la madre, entre suspiros, hasta las cuatro de la mañana.

04:40 AM
15.01.2000

Anaïs Nin

"Me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré al mundo. Me adapto a mí misma." A. N.
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http://www.anaisnin.com
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Anaïs Nin (1903-1977) nació en Neuilly, cerca de París, Francia, el 21 de febrero de 1903, su madre era franco-danesa llamada Rosa Culmell y su padre había nacido en Cuba de nombre Joaquín J. Nin, con el que mantuvo una relación incestuosa.
A los 11 años emigró a Estados Unidos con su madre y recibió la mayoría de su educación allí. Novelista y escritora de historias cortas, Nin era virtuosa y dedicada, pero nadie lo supo sino hasta 1960, cuando mostró al mundo sus diarios; estos fueron tomados por las feministas contemporáneas como ejemplo de una mujer independiente que sobrevivió a los prejuicios de las décadas pasadas.
En 1914 se muda con su madre a la ciudad de Nueva York donde asiste a escuelas católicas. Deja la escuela a los 16 años, trabaja como modelo, estudia baile y regresa a Europa en 1923. Ese mismo año contrae matrimonio con un banquero neoyorquino, Hugh Guiler, quien más tarde ilustraría algunas de las novelas de Nin bajo el seudónimo Ian Hugo. Poco se conoce de esta relación.
Anaïs Nin es mejor conocida por su lírica, a veces erótica, siempre de un estilo sensual. En algún momento escribió historias eróticas a pedido, movida por presiones financieras. Muchas de estas están en las colecciones Little Birds y Delta of Venus. Los eventos son sexuales, pero el tono es filosófico y de autoconocimiento.
Tuvo un affair con Henry Miller y con su esposa June durante los años '30. Una película basada en estos hechos fue realizada en 1990 por Philip Kaufman.
Estudió psicoanálisis bajo la tutela de Otto Rank y por su cuenta en la ciudad de Nueva York de 1934 a 1935. Regresa a Francia en el 1935, donde ayuda a establecer una casa editora, Ediciones Siana, en parte porque ninguna otra casa editora se atrevía a publicar sus obras dado su cargado contenido erótico.


En el 1939 regresa a la ciudad de Nueva York, donde continúa escribiendo. Sin embargo, no sería descubierta hasta el 1960 por el mundo literario en general.
Más adelante se dio a conocer por una serie de diarios extremadamente personales, redactados desde el 1931; El diario de Anais Nin (10 vols. 1966-83). Desde entonces se publicaron varios diarios adicionales. Anaïs murió en Los Angeles en 1977.

FRAGMENTOS DEL DIARIO:
"Cualquier forma de amor que encuentres, vívelo. Libre o no libre, casado o soltero, heterosexual u homosexual, son aspectos que varían de cada persona."

"Nunca me he tomado la molestia de describirme en el Diario, tiene gracia hablar con alguien sin decirle quién se es. Ahora voy a cumplir ese pequeño deber.

"Soy Ángeles, Anaïs, Juana, Antolina, Rosa, Edelmira Nin y Culmell. Tengo doce años y estoy bastante alta para mi edad, todo el mundo lo dice. Soy delgada, tengo los pies grandes y las manos también, con los dedos largos, que suelo crispar por nerviosismo. Tengo la cara muy pálida, unos grandes ojos castaños, perdidos, y temo que revelen mis insensatos pensamientos. La boca grande, me río muy mal, y sonrío regular. Cuando me enfado, hago una mueca con los labios. En general estoy seria, un poco distraída. Mi nariz es un poco Culmell, quiero decir, un poco larga, como la de la abuela. Tengo el pelo castaño, no muy claro, que me llega un poco por debajo del hombro. Mamá dice que son mechas, y yo siempre las oculto en una trenza o recogiéndomelo con una cinta. Mi carácter: me enfado con facilidad, no puedo soportar la menor broma, pero me gusta hacerlas. Me gusta el trabajo; adoro a mamá y a papá y por encima de todas mi tías y todo el resto de mi familia, sin contar mamá, papá, Thorvald y Joaquinito, quiero mucho a mi abuela. Me encanta leer y escribir es una pasión."

"Creo firmemente en Dios y en todo lo que Dios me dice a través de la Santa Iglesia. Siempre recurro a la oración. Me cuesta tomar afecto, y sólo consigo querer a la gente que me parece igual que yo. Soy francesa, una francesa que ama, admira y respeta su país, una verdadera francesa. Siento admiración, aunque no tan fuerte, claro, hacia España y sobre todo hacia Bélgica. Mis pensamientos, el Diario los conoce tan bien como yo, incluso mi retrato." (20 de Mayo de 1915)

"Siempre creí que era la artista que llevo dentro la que hechizaba. Creía que era mi casa esotérica, los colores, las luces, mis vestidos, mi trabajo. Siempre estuve dentro de la concha de la gran artista que trabaja, temerosa e inconsciente de mi poder. ¿Qué ha hecho el doctor Allendy?. Ha dejado de lado a la artista, ha manejado mi alma interior, sin sus antecedentes, sin mi creación. Incluso me ha inquietado su desinterés por la artista y me asombra que se haya apoderado así de mí, tan dépuillée de artificios, de ropajes, de encantos, de elixires." (23 de octubre de 1932)

"No tengo ninguna moralidad. Sé que la gente se horroriza, pero no yo. Ninguna moralidad mientras el daño hecho no se manifieste por sí mismo. Mi moralidad no se reafirma cuando me enfrento con el dolor de un ser humano..."

"Me fui a mi cuarto, envenenada. Soplaba incesante el mistral, seco y cálido. Así llevaba días, desde que llegué. Destrozaba mis nervios. No pensé en nada. Me sentía dividida, esa división me mataba, la lucha por sentir la alegría, una alegría inalcanzable. La irrealidad opresiva. De nuevo la vida retrocediendo, eludiéndome. Tenía al hombre que amaba en mis pensamientos; lo tenía en mis brazos, en mi cuerpo. El hombre que busqué por todo el mundo, que marcó mi niñez y me perseguía. Había amado fragmentos de él en otros hombres: la brillantez de John, la compasión de Allendy, las abstracciones de Artaud, la fuerza creativa y el dinamismo de Herny. ¡Y el todo estaba allí, tan bello de cara y cuerpo, tan ardiente, con una mayor fuerza, todo unificado, sintetizado, más brillante, más abstracto, con mayor fuerza y sensualidad! Este amor de hombre, por las semejanzas entre nosostros, por la relación de sangre, atrofiaba mi alegría. Y de este modo, la vida hacía conmigo su viejo truco de disolución, de pérdida de lo palpable, de lo normal. Soplaba el viento mistral y se destruían las formas y los sabores. El esperma era un veneno, un amor que era veneno..." (Escrito en julio de 1933 en Chamonix a partir de notas tomadas en junio de ese mismo año sobre las vacaciones con Le Roir Soleil y Anaïs en Valescure.)

"Habría querido terminar mi diario sin la confesión de un amor prohibido. Por lo menos, quería que mi amor incestuoso quedara sin escribir. Había prometido a mi Padre el más absoluto secreto. Pero una noche, aquí en el hotel, cuando me di cuenta de que no había nadie para hablarle de mi Padre, me sentí ahogada. Y empecé a escribir otra vez, mientras Henry leía a mi lado. Era inevitable. No podía eliminar mi diario cuando alcanzaba el clímax de mi vida, en el preciso momento en que más lo necesitaba para conservar mi sinceridad, por grande que fuera mi crimen." (2 de julio de 1933)

Charles Bukowsky

CHARLES BUKOWSKI (1920-1994) nació en la ciudad alemana de Aldernach, pero a los dos años se trasladó con su familia a Los Ángeles, donde vivió toda su vida. Durante muchos años, y tras un breve paso por la universidad, se ganó la vida con trabajos manuales temporales, espaciados por los periodos de vacaciones que se tomaba cuando tenía suerte en las apuestas del hipódromo, afición que reflejó continuamente en su obra. Empezó a escribir cuentos muy joven pero, tras un primer relato publicado por una revista en 1944, abandonó la literatura por un espacio de diez años, en los que sentó los cimientos de su leyenda alcohólica.
Sus primeras obras se publicaron en la década de 1960 en editoriales y revistas underground; a esta época pertenecen colecciones de poemas como Crucifijo en una mano muerta (1965) o la que para muchos es su mejor obra en verso, Los días pasan como caballos salvajes sobre las colinas (1969). La poesía de Bukowski, al que le gustaba vanagloriarse de haber escrito su primer poema con 35 años, está marcada por un realismo descarnado y lírico a un tiempo, explícito, tierno en ocasiones y brutal en otras, abundante en datos autobiográficos, personalísimo y pleno de humor ácido y desencantado. Nunca abandonó su producción en verso que, con los años, se fue haciendo más directa, más sobria, como en El amor es un perro del infierno (1974) o La última noche de la tierra (1992). Bukowski escribió más de treinta poemarios, que le han acreditado como gran poeta.
Su primera novela, Cartero (1970), le permitió abandonar la oficina de correos en la que trabajaba. A ésta seguirían otras cinco, todas protagonizadas por Henry Hank Chinaski, alter ego del propio Bukowski, entre las que cabe destacar La senda del perdedor (1982). Los cuentos de Bukowski están reunidos en varios volúmenes. El más conocido, Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones (1972), recoge relatos aparecidos en varias revistas underground. Su obra inspiró una película, Ordinaria locura, a Marco Ferreri, a la que seguiría Barfly (1989), de Barbet Schroeder y con guión del propio Bukowski. La prosa de Bukowski es, si cabe, más autobiográfica, en un 90% según el propio autor, que su poesía, y es la que le ha dado fama entre los lectores de habla hispana; todas sus obras en prosa están publicadas en español.
El alcohol, el sexo, la soledad y los aspectos más absurdos y sórdidos de la civilización ocupan un lugar de honor en la obra de Bukowski, que siempre evitó los ambientes literarios; prefería los bares y las habitaciones lúgubres.