tarde y silencio

Mis manos se asemejan a las manos del obrero de noche eterna.
Los árboles trepidan sus hojas como susurrándome que están ahí.
El viento recorre mis cabellos, y mi rostro se estremece con su beso de tarde y silencio.
La casa vacía.
El reloj canta su tic tac cual pájaro madrugador recibe al alba cada mañana.
Mis rodillas se doblan; mi mirada se extravía, mi boca se seca y pienso… cuántos días hubo entre los primeros pasos del que por fortuita intuición osó sorprender mis ojos sin siquiera aludir el dolor de mis heridas, y el perfecto instante previo al amenazante discurso de las cuerdas que tocaron mi cuello, mis venas y mis versos?¿Qué incólume destino pudo apaciguar este descarado encuentro entre mis hojas, su recuerdo y aquella historia que quizá nunca será leída en público…
Pero eres mi sueño, caballero descalzo de cabellos revueltos. Eres el son de mis letras esta tarde, tras vencer el brindis que acecha a un par de copas llenas.
Las sombras se alzan desde lejos, pues el sol, cansado tras su jornada de aurora, mañana y crepúsculo, se entrega a vagar tras las montañas, y sobre otros cielos…
Largas siluetas dibujan las calles, que replican los pasos una y otra vez… suspiro… ausente caricia… Beso añejo; vendido beso de tardes mojadas.

Mojo mis labios y recuerdo al nuevo intruso. Pequeño intruso de callada mirada. Tu silencio me tiene aferrada a un par de palabras, que ausentes se cuelgan de mis pasos sin dejarme avanzar.
Cual calidoscopio de infantes recuerdos, tus dedos descubren los sonidos y las notas que sigilosamente me escudriñan, suspendiéndome.
Quisiera esperarte, pero mis manos no están dispuestas a sangrar por heridas ajenas. No. Sería como destruir al fuego una estatua de hielo. Como desangrar un sueño. Como desvestir mis dedos. No. Podría cautivarte, mas no esperarte. No es mi culpa. Tan solo quiero respirar el aire y disfrutar de mis días; sin golpes en la espalda; sin polvo en las mejillas.
08:20 PM.
02.02.99